No educas cuando impones tus convicciones,
sino cuando suscitas convicciones personales.
No educas cuando impones conductas,
sino cuando propones valores que motivan.
No educas cuando impones caminos,
sino cuando enseñas a caminar.
No educas cuando impones el sometimiento,
sino cuando despiertas el coraje de ser libres.
No educas cuando impones tus ideas,
sino cuando fomentas la capacidad de pensar por cuenta propia.
No educas cuando impones el terror que aisla,
sino cuando liberas el amor que acerca y comunica.
No educas cuando impones tu autoridad,
sino cuando cultivas la autonomía del otro.
No educas cuando impones la uniformidad que vulgariza,
sino cuando respetas la originalidad que diferencia.
No educas cuando impones la verdad,
sino cuando enseñas a buscarla honestamente.
No educas cuando impones un castigo,
sino cuando ayudas a aceptar una sanción.
No educas cuando impones disciplina,
sino cuando formas personas responsables.
No educas cuando impones autoritariamente el respeto,
sino cuando lo ganas con tu autoridad de persona respetable.
No educas cuando impones el miedo que paraliza,
sino cuando logras la admiración que estimula.
No educas cuando impones información a la memoria,
sino cuando muestras el sentido de la vida.
José María Alonso
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