Como bien es conocido por todos, más que un colegio, somos una comunidad educativa por tanto, la educación se concibe como un servicio al desarrollo integral de la persona. Preocupan por supuesto, los contenidos intelectuales pero también la sociabilidad y la personalidad. De ahí que demos importancia a todas las actividades lúdicas, religiosa o formativas que van ayudando a crecer a los alumnos como persona.
Más que nunca, necesitamos fomentar la relación familia-colegio, para que haya una estrecha colaboración entre padres y maestros. Que sientan el colegio como propio y ayuden a que sus hijos lo sientan también así.
Ambos perseguimos el mismo objetivo, imposible de conseguir sin esa relación, el desarrollo armónico de todas las potencialidades de cada alumno.
Para ello es vital que las reglas y valores que fomentamos en el colegio sean apoyados por los padres. Que nos ayuden a que el reglamento de los estudiantes se cumpla, que los chicos/as aprendan a ser ordenados, puntuales, a respetar los derechos de los otros y así puedan ser personas responsables y con criterio.
Los niños y adolescentes aprenden en una gran medida por imitación, de modo que es muy probable que recojamos lo que sembramos.
Es mediante el ejemplo y la práctica que logramos cambios, no por medio de la teoría.
Tenemos que actuar con coherencia y exigirla, tanto padres como maestros. La forma que tenemos de hablar y de actuar con los hijos-alumnos determina sus respuestas.
La meta es que se respeten las reglas sin excepción y poder seguir transmitiendo valores universales. Para ello es preciso contar con los padres, que se mantengan firmes con los límites. Si ceden, por que no quieren que su hijo sea infeliz, les resultará más difícil transmitirle valores universales.
El ejercicio de nuestra autoridad es un acompañamiento a los hijos, como una ayuda para que se vayan haciendo cada vez más dueño de sí mismos y menos dependientes de nosotros.
La autoridad es necesaria para la convivencia familiar. En el hogar debe existir una autoridad clara y unas normas que guíen la vida y la conducta de todos: padres e hijos.
Los hijos deber saber con claridad qué deben hacer y cómo se deben hacer las cosas. Por ejemplo respecto a la hora de estar listos para ir al colegio, del respeto a las personas mayores, del modo cómo ordenar sus cosas, etc.
La existencia de esas normas y el saber a qué atenerse, dan seguridad. Un hogar donde cada cual hace más o menos lo que le parece, sin la más mínima normativa, es un ambiente poco educativo porque produce desconcierto y desorientación y en él nunca podrán los hijos aprender el valor y el sentido de la autoridad y de la norma social en la convivencia entre personas.
No se trata de que nos obedezcan sin más, sino, consiguiendo que vayan haciendo suyas las normas y que lleguen a comprometerse conforme a ellas, porque son buenas, no porque están mandadas o por miedo al castigo.
Se debe desterrar toda forma de autoritarismo en el modo de mandar.
LAS NORMAS DEL HOGAR DEBEN SER EDUCATIVAS:
Si estas normas son llevadas acabo por nuestros hijos seguro algunos padres querrán premiarlos. De igual forma si no son cumplidas, utilizaran algún castigo que será bien empleado dependiendo del modo en que los manejemos.
A continuación, algunas sugerencias:
Unido a todo esto, hay que tener presente que si otorgamos una consecuencia a un hijo por una conducta no podemos pasar por alto esa misma conducta en otro hijo, pues no estamos siendo coherentes ni justos y con la práctica es que vamos a transmitirle el valor de la justicia en una sociedad que sólo piensa en el bien individual.
Usted puede ser permisivo con los sentimientos de su hijo, sin serlo con el comportamiento. Puede dejar que su hijo desee algo sin dárselo y no sentirse mal por negárselo.
Todo esto supone un estilo educativo y un ambiente de relación basados en el cariño, la confianza y el diálogo, y es el único camino para conseguir que poco a poco nuestros hijos vayan acostumbrándose a hacer el bien por que es bueno, aunque no se les indique.
Por tanto, a partir de este nuevo año que comienza, es necesario que entre padres y educadores haya cierta unidad y coherencia en lo que asignamos y el modo de hacerlo, porque no sólo educamos para el aquí y el ahora sino para el futuro.
LA AUTORIDAD ES NECESARIA PARA LA CONVIVENCIA FAMILIAR. EN EL HOGAR DEBE EXISTIR UNA AUTORIDAD CLARA Y UNAS NORMAS QUE GUÍEN LA VIDA Y LA CONDUCTA DE TODOS: PADRES E HIJOS.
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