En la actualidad no creo que exista un profesor(a) que no tenga en sus aulas por lo menos un(a) estudiante, que no nos sorprenda con una gran cantidad de temas que, aparentemente maneja, pero cuando queremos ahondar sobre estos, nos damos cuenta que no posee las herramientas que se debe tener para sustentarlo, en otras palabras, carecen de profundidad. El logro inicial de la informática fue lo que se conoció como “procesamiento de datos”, posteriormente se advirtió la necesidad de convertir esos datos en información que pudiera ser utilizada en la toma de decisiones.
Si queremos que nuestros estudiantes puedan superar los obstáculos que la vida después de la escuela les deparará, debemos empezar a trabajar para convertirlos en generadores de conocimiento en lugar de que continúen siendo simples consumidores de información, sumergidos en el mundo de los datos curiosos o “curiosidatos”.
Estamos de frente a una nueva forma de educación, la accesibilidad y rapidez de la información ha revolucionado la manera de enseñar. Pero por el sólo hecho de que sea nueva no quiere decir que sea buena, y la práctica nos lo ha demostrado, está llena de fortalezas, es cierto, pero también se avistan muchas debilidades.
Podemos rescatar aquellos elementos que la educación tradicional nos brindaba, que eran efectivos y que dejamos de lado por considerarlas obsoletas, rescatar por ejemplo el desarrollo de habilidades memorísticas, a través de las lecturas comprensivas y el diseños de esquemas, ejercicios de atención y concentración, reglas nemotécnicas, rescatar también las normas de respeto y disciplina y balancearlas con la libertad de actuar, el giro participativo entre los alumnos y la existencia de más medios didácticos para el reforzamiento del aprendizaje que nos brindan los nuevos tiempos.
Las herramientas ya están dadas, nos toca a nosotros maestros (as) y padres generar en nuestros hijos la necesidad de profundizar en sus conocimientos y de que valoren en su justa medida esta poderosa herramienta que tienen en frente.