Cuando miro hacia atrás y recuerdo cosas de mi niñez, o cuando veo a mis alumnos, me doy cuenta que la felicidad está en cosas simples de la vida.
Cuánto de nuestro esfuerzo gastamos tratando de ser felices, cuán frustrados nos sentimos cuando no alcanzamos lo que ambicionamos, cuán derrotados nos creemos cuando esa gran meta parece inalcanzable y cuán terriblemente nos deprimimos porque creemos que la felicidad no ha sido fabricada para nosotros.
Mi querido lector, hoy quise compartir esta sencillas palabras con usted, porque fue algo que marcó mi vida, me enseñó a ser feliz sin complicaciones, a valorar lo que soy y lo que tengo, a no desfallecer cuando las metas parecen lejanas.
A veces por estar sumergidos en grandes afanes, perdemos la oportunidad de momentos de gozo que nos brindan nuestros hijos, la pareja, hasta incluso la naturaleza. Hoy le pido que se detenga, mire a su alrededor y en vez de contabilizar sus fracasos empiece a ver en cuantas cosas simples puede encontrar la felicidad que está al alcance de su mano. Enseñe a sus hijos a sentir alegría y paz contemplando un atardecer, dándole besos y abrazos, orando de la mano, haciendo alguna tarea, soñando despiertos y verá que luego serán personas agradecidas, satisfechas y plenas.
No se engañe pensando que la felicidad es un artículo de lujo, pues la podemos encontrar gratuitamente en nuestro Creador y en nuestro interior. No nos compliquemos más desperdiciando el tiempo en fatigas y gastando nuestras energías, pues podemos ser felices ahora mismo, piénselo.
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