El 7º Capítulo del Informe de la UNESCO 1996, aborda un tema central de la educación: el de los maestros y maestras; lleva por título: “El personal docente: en busca de nuevas perspectivas”.
Intentemos extraer a este importante capítulo todo su mensaje y sus propuestas para los educadores de este siglo XXI.
El documento se inicia con un párrafo dedicado a las expectativas del siglo que estaba por nacer al momento de publicarse este Informe (1996). Afirma:
“Vemos al siglo próximo como una época en que los individuos y los poderes públicos considerarán en todo el mundo la búsqueda de conocimientos no solo como un medio para alcanzar un fin sino, también, como un fin en sí mismo. Se incitará a cada persona a que aproveche las posibilidades de aprender que se le presenten durante toda la vida, y cada cual tendrá la ocasión de aprovecharlas”.
La conclusión que deduce el Informe, aborda ya el tema de este capítulo:
“Esto significa que esperamos mucho del personal docente, al que se le exigirá mucho, porque de él depende en gran parte que esta visión se convierta en realidad. El aporte de maestros y profesores es esencial para preparar a los jóvenes no solo para que aborden el porvenir con confianza sino para que ellos mismos lo edifiquen de manera resuelta y responsable”.
Me imagino que cada educador o educadora que lea detenidamente esta solemne afirmación, debe haberse sentido impactado por la solidez de su argumentación, y a la vez motivado a capacitarse cada vez más y mejor para estar a la altura de este reto histórico que la UNESCO le asigna para el presente y las décadas futuras.
Por si alguien considerara exagerada esta afirmación, los eminentes especiales que redactaron este Informe reafirman lo que acaban de decir, añadiendo:
“La importancia del papel que cumple el personal docente como agente de cambio, favoreciendo el entendimiento humano y la tolerancia, nunca ha sido tan evidente como hoy”.
¿Agentes de cambio? Esta sola expresión invita a los educadores y a sus respectivas comunidades educativas, a detenerse un momento en su cargado y diario quehacer, para cuestionarse a nivel personal e institucional cuán cierto o no que esta misión esté clara,confusa o ignorada en su quehacer educativo así como en el proyecto educativo de su Institución y en las estrategias y recursos pedagógicos que a diario utilizan, para estar en condiciones de decirse a sí mismos, a las familias de sus educandos y a la sociedad, que este objetivo es ya una realidad en la praxis cotidiana de la Institución. Es una buena manera de auto-evaluarse, tanto los educadores como sus Instituciones educativas, para poderse decir con honestidad si están ubicados en el ayer o en el mañana de la Historia.
Para ayudar a cada cual a responder con fundamento a este planteamiento fundamental, el mismo Informe ofrece un termómetro a base de preguntas:
¿Qué puede esperar razonablemente la sociedad del personal docente?
¿Qué exigencias es realista formular con respecto a él?
¿Qué contrapartida puede esperar recibir: condiciones de trabajo, derechos, situación social?
Quién puede ser un buen maestro y cómo encontrar a esa persona, cómo formarla, y cómo preservar su motivación y la calidad de su enseñanza?
Una escuela abierta al mundo.
El Informe ratifica algo que ha expresado repetidas veces:
“Los niños llegan a clase cada vez más marcados por la impronta de un mundo real o ficticio que sobrepasa ampliamente los límites de la familia y del vecindario. Los mensajes de diversa índole transmitidos por los medios de comunicación masiva, compiten con lo que los niños aprenden en las aulas, o los contradicen”.
Esta confrontación entre escuela e información exterior a ella, constituyen el núcleo del desafío para los educadores de hoy.
“Habiendo perdido así en gran parte la preeminencia de que gozaban en la experiencia educativa, los docentes y la escuela han de afrontar nuevas tareas: convertir la escuela en un lugar más atractivo para los alumnos, y facilitarles la clave de un verdadero entendimiento de la sociedad de la información”.
Al plantearle esta realidad a un eminente educador francés, me contestó: “El aula debe ser hoy el espacio en el que llegan, dispersas, las más disímiles y hasta contradictorias informaciones, y se convierten, gracias a la acción del educador, en una unidad de significación”.
Dicho de otro modo: El aula es un espacio de discernimiento donde se emiten juicios críticos entre lo verdadero y lo falso, lo esencial y lo secundario, lo válido y lo intrascendente o negativo. En resumen: educa para que el alumno aprenda a emitir juicios
correctos entre lo ético y lo anti-ético, entre el bien y el mal.
Pero hay algo más: la realidad social del entorno de la escuela.
“Los problemas de la sociedad circundante no se pueden dejar ya a la puerta de la escuela: la pobreza, el hambre, la violencia, la droga”.
Esos males “entran con los alumnos en los establecimientos escolares. De los profesores se espera que no solo puedan hacerle frente a estos problemas y orientar a sus alumnos, sino que además tengan éxito allí donde los padres, las instituciones religiosas o los poderes públicos han fracasado con frecuencia”.
Es realmente importante el rol que este Informe le está atribuyendo a toda institución escolar y a la educación misma. En consecuencia surge inevitablemente la misma pregunta que más arriba se planteó: ¿qué maestro para qué escuela? Responder a esa pregunta es el principal desafío hoy día a las instituciones educativas. Tienen que decidirse por revisar profundamente sus prioridades e “invertir en sus maestros”, como agentes multiplicadores e insustituibles que puedan hacer realidad los mejores objetivos que pretendan responder de manera eficiente a los desafíos de la sociedad de hoy, y preservar los valores esenciales en la nueva generación.
El Informe que comentamos aborda ahora otra realidad: la intensificación de la relación escuela-entorno social.
“Hoy día, el público considera cada vez más que tiene derecho a opinar sobre las decisiones relativas a la organización escolar”. Sus consecuencias son enormes.
Cierra este importante párrafo, el destacar un importante rasgo del perfil deseable para un maestro de hoy día:
“El docente debe establecer una nueva relación con el alumno, pasar de la función de “solista” a la de “acompañante”, convirtiéndose, ya no tanto en el que imparte los conocimientos, sino quien ayuda a los alumnos a encontrar, organizar y manejar esos conocimientos, guiando sus mentes más que moldeándolas, pero manteniéndose muy firme en cuanto a los valores fundamentales que deben regir toda vida”.
Expectativas y responsabilidades.
La mayor expectativa de quien quiere ser un buen maestro, maestra, surge de la aceptación de realizar esta vocación y aceptar la enorme responsabilidad de saber que muchos ojos y conciencias los están mirando, y evaluarán sus palabras, sus ideas, y sobre todo, sus hechos de vida. Todos le van a pedir profesionalismo, competencia, responsabilidad moral y mucha dedicación para estar a la altura de lo que se espera de él.
“Es mucho lo que se le pide, y las necesidades que han de satisfacer parecen casi ilimitadas”, afirma el Informe que comentamos. Por eso, hace referencia a la conveniencia de las organizaciones de educadores:
“Sus organizaciones pueden desempeñar – y desempeñan – un papel en muchos ámbitos”. Y hace mención al hecho de que 50 millones de profesores y maestros en el mundo ya están integrados a sindicatos u organizaciones similares; además, muchas de ellas poseen una experiencia profunda y positiva de los diferentes aspectos del proceso educativo y de la formación del personal docente. Esas organizaciones, además de las cuestiones salariales y de condiciones de trabajo, “pueden contribuir de manera decisiva a instaurar en la profesión un clima de confianza y una actitud positiva ante las innovaciones educativas”.
Enseñar: un arte y una ciencia.
“La fuerte relación que se establece entre el docente y el alumno es la esencia del proceso educativo”, afirma el Informe. Y se pregunta:
“¿Quién no conserva el recuerdo de un profesor que sabía hacer pensar, y que infundía el deseo de estudiar un poco más para profundizar algún tema?
¿Quién al tomar decisiones en el curso de su existencia, no se ha guiado al menos en parte, por lo que aprendió bajo la dirección de un maestro?”
Es que una auténtica relación educativa lo que busca es la plena expansión de la personalidad de sus alumnos, respetando su forma de ser. Un buen profesor “prepara a sus alumnos para que no lo necesiten, para que alcancen su madurez humana y ética que fundamente sus mejores decisiones”. Es así como todo auténtico educador, educadora, entiende su autoridad: ayudar a todos, especialmente a los más débiles de sus alumnos, a crecer y a ser ellos mismos y no copia de nadie.
La mejor argumentación de todo auténtico educador será siempre la gran fuerza de su ejemplo. Por eso el Informe cierra este párrafo con la siguiente opinión:
“La Comisión estima que la formación del personal docente tiene que ser revisada para cultivar en los futuros maestros y profesores, las cualidades humanas e intelectuales adecuadas para propiciar un nuevo enfoque de la enseñanza en la dirección propuesta en este Informe”.
La calidad del personal docente.
“El rápido aumento de la población escolar mundial ha tenido como consecuencia la contratación masiva de docentes; no siempre ha sido posible encontrar candidatos calificados”.
Las consecuencias de esta premura – los mismos directivos de las Instituciones educativas lo habrán constatado ya – la han lamentado y padecido en muchas ocasiones. Por eso el Informe insiste:
“En una etapa temprana de la enseñanza básica es cuando se forman en lo esencial las actitudes del alumno hacia el estudio, y la imagen que tiene de sí mismo. En esa etapa, el personal docente desempeña un papel decisivo”. Por eso el Informe hace sus recomendaciones:
Aprender lo que habrá que enseñar, y cómo enseñarlo.
“El mundo en su conjunto está evolucionando hoy tan rápidamente que el personal docente debe admitir que su formación inicial no le bastará ya para el resto de su vida”.
Las implicaciones de esta afirmación son enormes, y nos remiten a las constantes advertencias esparcidas en este Informe, en el sentido de que la educación es una tarea de toda la vida.
Hoy día, muchos sociólogos afirman que cada 25 años se dan cambios equivalentes a un siglo. La conclusión se impone por sí misma: Los educadores de hoy corremos el peligro de distanciarnos rápidamente de las nuevas generaciones. ¿Solución? Declararnos en “permanente estado de aprendizaje” con todo lo que ello implica: lectura de libros actualizados sobre el tema, asistencia a cursos, talleres, sesiones de actualización, etc. De lo contrario nos iremos quedando cada vez más atrás de nuestros educandos actuales, y “llegaremos tarde” a su realidad, a su vida, lo que alguien ha calificado como “ la mayor falta de puntualidad histórica” en que pudiera incurrir un educador.
Por eso el Informe recomienda:
“A los docentes en servicio habrá que ofrecerles periódicamente la posibilidad de perfeccionarse gracias a sesiones de trabajo en grupos, y prácticas de formación continua”.
Luego precisa que “esta formación tendría que contener un elemento reforzador de formación en investigación, así como vínculos más estrechos con los institutos de formación pedagógica y la universidad”.
El personal docente en acción.
La escuela y la colectividad: “Cuando los docentes forman parte de la colectividad en la que enseñan, su implicación es más clara, son más conscientes de las necesidades de esa colectividad y están en mejores condiciones de trabajar por los objetivos de ésta. Hay que fortalecer los nexos entre escuela y comunidad”.
La administración escolar: “La investigación y la observación empírica muestran que uno de los principales factores de la eficacia escolar (si no la principal) es el director del establecimiento. Un buen administrador logra a menudo introducir en su establecimiento mejorías cualitativas importantes. Buenos administradores tendrán mayor y mejor poder de decisión y de estímulos para incentivar el buen ejercicio de la misión en cada maestro.
Hay que asociar más estrechamente a los docentes a las decisiones relativas a la educación: elaboración de programas escolares, material pedagógico, evaluación de aprendizajes, inspección y evaluación del personal docente, etc.
Concluyen aquí los comentarios al capítulo 7 del Informe de la UNESCO 1996.
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