La lectura no solo implica la decodificación e interpretación de los signos convencionales de la lengua. Leer conlleva una actitud despierta y observadora hacia los acontecimientos del contexto que habitamos. Freire hablaba, en este sentido, de que “la lectura del mundo precede a la lectura de la palabra”. Los mensajes que se nos envía a través de los medios de comunicación junto con los que se nos transmiten a través de la disposición social establecida, moldean subliminalmente nuestra conducta.
A esta generación, por ejemplo, se le ha convencido de que el consumo es sinónimo de “calidad de vida”. Este concepto se sustenta en un sistema cerrado que lo cuela como una verdad colectiva. Algo parecido sucede con ciertos “modelos” que se filtran en el subconsciente de los consumidores.
En esta época de compra de juguetes, si observamos con detenimiento, podemos identificar ciertos patrones que inciden en nuestra conducta social. O, si acaso, la representan. Cuando pretendemos comprar los reyes de nuestras hijas notamos que para ellas la gran mayoría de juegos disponibles en el mercado las conducen a “ensayar” para ser madres, esposas, amas de casa o chicas plásticas. Es sorprendente la variedad de juegos de cocina, muñecos que simulan a un bebé real, sets de maquillaje y muñecas de figuras estilizadas que llenan los anaqueles de las tiendas por departamento. Nuestras niñas están llamadas a ser las usuarias de este formato de juegos. Es como si les dijéramos desde pequeñas qué es lo se espera de ellas.
La niñez es la etapa de la fantasía donde soñamos lo que queremos ser de grandes. Es allí donde se proyectan nuestros deseos, aquello con lo que quisiéramos aportar a la sociedad. Cabe preguntarse: ¿Es que acaso el imaginario de las chicas está encerrado en el pañal de un bebé de juguete o en el “case” de un set de maquillaje? ¿No sueñan las niñas dominicanas con ser ingenieras, abogadas, doctoras, maestras o astronautas? ¿O sí lo hacen, pero cuando van a las tiendas, la oferta que existe no representa necesariamente sus intereses? No sabemos a ciencia cierta las repuestas a estas preguntas, pero hay que atreverse a pensar que lo que quieren nuestras niñas no es necesariamente lo que un sistema social con inclinaciones machistas pretende potenciar. Es hora de educar más allá de las palabras. El mundo es un libro abierto donde todo lo que nos rodea invita a la reflexión. Jugar es aterrizar en la realidad material aquello que existe en el mundo de las fantasías infantiles. No es justo delimitar esos sueños con nuestras pretensiones de colectivo social.
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