Compartimos con ustedes una de las magistrales ponencias del Seminario Aprendo 2012 de Educa: “Nuevas Formas de Enseñar para Nuevas Formas de Aprender” por Augusto Ibáñez. Fundación SM. Pueden leer el documento completo a continuación:
Hay una opinión generalizada de que nuestra escuela, tal y como la conocemos, está en crisis. El elevado fracaso escolar, por ejemplo, pone en riesgo de exclusión a muchos jóvenes, aunque sea evidente que pueden poseer otro tipo de habilidades y competencias, distintas de las académicas pero igualmente válidas para la vida. Lamentablemente, el sistema educativo actual es incapaz de integrar a estas personas, descubrir sus inteligencias y desarrollarlas, por lo que las deja fuera. Es, además de injusto, un despilfarro de talento.
También hay consenso en la necesidad de formar a nuestros alumnos para trabajos que todavía no existen, y en el convencimiento de que muchos de los contenidos que hoy enseñamos en nuestras aulas pueden quedar obsoletos en pocos años. La sociedad del conocimiento exige aprendizajes muy diferentes de los saberes enciclopédicos tradicionales. Hay que centrarse en lo esencial, en aquello que no caduca y sirva para asentar las bases del aprendizaje a lo largo de toda la vida.
Para muchas administraciones educativas, la necesaria transformación de la escuela pasa por introducir las TIC en el aula, y por ello se han hecho enormes inversiones para dotar tecnológicamente a los centros. Sin embargo, a pesar de este ingente esfuerzo inversor carecemos de evidencias contundentes que demuestren que las TIC hayan promovido cambios substanciales en los procesos educativos o que actúen como catalizadores de los cambios que la escuela necesita para adaptarse a los desafíos de la sociedad de la información.
Uno de los obstáculos para la integración eficaz de las TIC en el aula está en el propio modelo de implementación. Los centros hacen lo que suele hacer cualquier organización cuando incorpora una innovación: la encajan en el modelo existente para apoyar lo que ya se venía haciendo, pero eso es insuficiente para generar una verdadera transformación. En efecto, las investigaciones muestran que en el ámbito educativo la tecnología se emplea principalmente para hacer de forma más eficiente lo mismo que ya se venía haciendo; es decir, que se utiliza como un recurso que ayuda a los profesores y a los alumnos a hacer con más eficiencia lo que hacían antes de incorporarla a sus actividades. Cuando las TIC se incorporan de este modo, sin una reflexión profunda sobre la organización de los agrupamientos, las tareas, los espacios y los tiempos escolares, refuerzan aún más lo que ya se venía haciendo y actúan como un amplificador de las ineficiencias del sistema.
En síntesis, la intensiva incorporación de las TIC en todos los niveles de la educación, a lo largo de estos últimos años, ha generado unos resultados muy alejados de las expectativas. Eso demuestra que las TIC, por sí mismas, no son un instrumento de mejora del sistema educativo, sino que requieren el concurso de la innovación pedagógica.
Es decir, las TIC tienen que estar plenamente integradas en el discurso pedagógico y, además, deben ser capaz de facilitar el trabajo del docente, liberarlo de las tareas más rutinarias o que aportan menos valor educativo y permitirle concentrarse en lo esencial, que no es otra cosa que acompañar el crecimiento integral de cada alumno. Y deben hacerlo sin robar la atención del docente -algo así como las gafas nos sirven sin que ni siquiera nos demos cuenta de que las estamos usando-, para que así pueda centrar todo su esfuerzo en la acción educativa.
Nuevas formas de aprender
En 2001 Marc Prensky acuñó unos nuevos términos que nos ayudaron a entender mejor las oportunidades que ofrecía el mundo digital: “Somos inmigrantes digitales, mientras que nuestros hijos son nativos digitales en este mundo de Internet y de la información.”
La neurociencia nos ha enseñado que el cerebro es plástico, y se moldea en función de laos estímulos que recibe. Las aportaciones sugieren que el cerebro de nuestros alumnos se construye de forma diferente, lo que explicaría ciertos cambios cognitivos, como la tendencia al procesamiento de la información en paralelo, el acceso a la información desde diferentes perspectivas, el aprendizaje orientado a resolución de problemas o asociado a sistemas de recompensa inmediata. Por eso ahora sabemos que los nativos piensan y aprenden de otro modo: diferentes experiencias generan formas diferentes de pensar.
Los nativos crecen rodeados de tecnología, y la usan como una extensión de sí mismos, mientras que los inmigrantes aprenden la tecnología, pero conservan su acento. Lo digital no es su medio natural. Los nativos digitales quieren que se les tenga en cuenta, quieren aprender conectados a la realidad. La clave para motivarlos es despertar su pasión por aprender.
Si la cultura digital cambia la forma de aprender lo inmediato es preguntarse: ¿Seguirán siendo útiles los antiguos métodos de la escuela? ¿Servirán los métodos de los inmigrantes para formar a los nativos?
Nuevas formas de enseñar
La escuela surgió para homogeneizar, y la estructura del aula, la metodología, la agrupación por edades, servían claramente a ese propósito. En ese modelo tradicional todos debían aprender lo mismo, al mismo ritmo, y eran evaluados mediante pruebas estandarizadas. Pero la sociedad moderna exige una educación más personalizada, en la que todos progresen en función de su potencial. El gran desafío actual de la escuela se llama diversidad y para abordarlo hay que dar cabida a distintos tipos de inteligencias, de ritmos y de estilos de aprendizaje. Hay que personalizar la enseñanza. Como decía Chomsky, “educar no es llenar buzones, sino hacer que crezca una flor a su manera”. La clave es pasar de un modelo centrado en el profesor y en las áreas a un nuevo modelo centrado en el alumno, que permita que cada uno progrese según sus capacidades y posibilidades.
Las TIC pueden ayudar a conseguir este objetivo, siempre que seamos capaces de aprovechar el potencial de la tecnología para impulsar el desarrollo integral de cada alumno, su progreso en todas las dimensiones de la persona: cognitivas, sociales, personales, emocionales y éticas. Proporcionan nuevas formas de mediación, ofrecen insuperables instrumentos para la colaboración que harán posible la creación de verdaderas comunidades de aprendizaje y, sin duda, permitirán llegar donde la escuela tradicional no alcanza: a la atención específica de las necesidades de cada alumno.
En efecto, las tecnologías abren un inmenso abanico de posibilidades para adaptarse al ritmo, inquietudes y capacidades de cada alumno. Más concretamente, las TIC permiten ajustar al máximo los apoyos individuales y posibilitan la atención a grupos específicos de alumnos. Por ello es en este campo de la personalización y de la atención a la diversidad donde se vislumbra una de las principales ventajas de las TIC. Esta hipótesis fue respaldada por algunas de las conclusiones de la investigación de la Fundación SM “Tecnología y aprendizaje. Investigación sobre el impacto del ordenador en el aula”, bajo la dirección de Álvaro Marchesi, que pretendía comprobar experimentalmente si los ordenadores eran útiles en términos de aprendizaje. Los resultados de los exámenes externos realizados mostraron que los alumnos más beneficiados por el uso del ordenador eran los más desmotivados y con peor conocimiento inicial. Los resultados de estos alumnos desinteresados, trabajando con el ordenador, resultaron significativamente superiores a los obtenidos por los alumnos de similares características en la clase tradicional. Este hecho sugiere que estos alumnos más necesitados de apoyo se ven beneficiados frente al resto cuando su aprendizaje se realiza por medio de materiales digitales. En el mismo sentido, los profesores señalaron que los alumnos que tradicionalmente no participan en clase, se encuentran más cómodos con esta nueva forma de aprender.
En resumen, las TIC por sí mismas no cambian casi nada; refuerzan lo que ya se venía haciendo. Sin embargo, al servicio de un buen proyecto pedagógico, pueden generar una gran renovación, centrada en el alumno. La clave, por tanto, no está en la tecnología, sino en la pedagogía con que es aplicada. Por eso no razonable esperar buenos resultados tras una mera sustitución de un material en un soporte tradicional por otro en soporte digital. De hecho, hasta puede ser contraproducente, como ha puesto en evidencia un estudio dirigido por Kate Carland de la Universidad de Leicester, y Daniel Wigdor, de la Universidad de Toronto. Este estudio muestra que la lectura en libros de texto tradicionales presenta ventajas frente a los e-books, tanto en la rapidez y precisión de la lectura como a la hora de aplicar los conocimientos adquiridos. El resultado es lógico, porque se refiere a una mera sustitución del papel por un soporte digital. El libro digital no puede ser un libro de texto tradicional volcado en un iPad o en otro soporte, ni siquiera enriquecido con vídeos y animaciones interactivas. Un verdadero libro digital es un conjunto de secuencias de aprendizaje formadas por tareas contextualizadas y pertinentes que, a través de esquemas de trabajo individual y de trabajo cooperativo, produzcan aprendizajes eficaces y desarrollen habilidades y competencias evaluables a través de rúbricas. Por tanto, el libro digital permite configurar nuevos escenarios, ligando la dimensión colaborativa que propicia la web con un enfoque competencial, con tareas adaptadas a diferentes ritmos y estilos de aprendizaje. Debe incorporar, además, un sistema de evaluación coherente, con diferentes instrumentos y modalidades: evaluación formativa y sumativa, evaluación entre iguales, y autoevaluación, tanto frente al sistema, para superar el propio récord, como de reflexión sobre el propio aprendizaje en un portfolio digital, para estimular la metacognición.
La escuela actual demanda una combinación equilibrada de atención individualizada y de trabajo en grupo, siempre centrada en el alumno, con trabajo cooperativo y en red. Las TIC pueden ayudar a lograr esta combinación, partiendo siempre de la innovación pedagógica y con un docente facilitador, actuando en el marco de un sólido proyecto educativo de centro. La misión del docente ya no es, lógicamente, la transmisión de conocimientos, sino formar criterios y valores en los alumnos, imprescindibles para que sepan actuar de forma ética, responsable y solidaria en un mundo tan complejo. Formar criterios, valores y competencias: esa es la gran misión del docente en la sociedad digital. Los profesores tienen el papel esencial de orientar a los alumnos de cara a un mundo saturado de información, enseñarlos a moverse con criterio propio, estimular su pensamiento crítico; en definitiva, ayudarlos a desarrollar sus competencias para que puedan afrontar con responsabilidad y sentido ético los retos de su futuro profesional y prepararlos para que sigan aprendiendo autónomamente cuando ya no estén en el centro.
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