“Es preciso que las cosas cambien…Es necesario que los pobres de todo tipo RECUPEREN LA ESPERANZA”. (Juan Pablo II, Haití, 8 de marzo de 1983)
La palabra JUSTICIA es uno de los vocablos más cargados de connotación y carga afectiva en la conciencia del ser humano contemporáneo, que no parece poder resistir más el peso agobiante del mundo actual, des-ordenado y des-humanizado.
Esa palabra pasa a ser así, de un simple vocablo, a un clamor dramático y a una aspiración fundamental; y – por lo mismo – se convierte en una tarea prioritaria y una misión colectiva indeclinable.
¿Cómo puede un proyecto educativo actual integrarse a este movimiento mundial en pro de la justicia? A este desafío, intenta este tema ayudar a aportar soluciones eficaces.
Reconocemos que el tema es austero, que requerirá motivaciones profundas para desentrañarle toda su magnitud, y razones suficientes para que se pueda integrar en los proyectos educativos de las Instituciones docentes, comenzando por la conciencia del educador, educadora, y también de los padres de familia.
Es definida como “la virtud moral que hacer dar a cada cual lo que le es debido”.
Con ello se afirma que TODOS LOS SERES HUMANOS TIENEN DERECHO A TENER PARTE EN LOS BIENES DE LA TIERRA.
Esta noción moral de justicia va mucho más allá de lo que el sistema jurídico de un país, incluido su sistema judicial, pudiera sustentar: hacer cumplir la Ley, porque implica darle a cada cual lo que le corresponde, aún cuando no haya sido fijado por la costumbre o la ley. Se refiere, pues, a los derechos inherentes a toda persona humana. Por esta razón los moralistas cristianos han opinado siempre que “la justicia es exigible por la fuerza” cuando no queda otra alternativa.
Así entendida, la JUSTICIA pasa a ser el principio básico que debe regir las relaciones de los seres humanos entre sí.
Para los lectores asiduos de la Biblia, les será fácil comprender que a este sentido moral fundamental se añade, en los creyentes, un sentido religioso específico: cumplir íntegramente con los deberes derivados del acatamiento de la voluntad de Dios. Su contenido bíblico podría ser: sabiduría y bondad. En este contexto bíblico, el justo es el “servidor irreprochable, el amigo de Dios”. (Ez 18, 5 – 26)
En el Antiguo Testamento, los Profetas insistieron reiteradamente en la “práctica del derecho y de la justicia” (Oseas 10,12; Jeremías 22,23); denunciaron vigorosamente la injusticia (Isaías 5, 7-23), e hicieron tomar conciencia al pueblo israelita de la dimensión moral y religiosa de la injusticia: lo que aparecía como una violación de las leyes y costumbres judías era en realidad un ultraje a la santidad de un Dios personal.
(Cf Prov 17,15; 20,7; 21,3)
En su predicación, Jesús continuó la doble tradición judía al hablar de justicia: justicia-santidad, y justicia-relaciones humanas. (El Reino de Dios)
En su solemne proclamación de la Buena Noticia, declara: “Felices los que tienen hambre y sed de JUSTICIA, porque ellos serán saciados” (Mt 5,6).
Pero Jesús añade un elemento fundamental en la práctica de la Justicia: EL AMOR.
Significa que en la vida cotidiana, la caridad no se preocupará tanto por cuáles son los límites estrictos a que obliga el derecho ajeno, cuanto a las necesidades del prójimo, y ayudará incluso a quien ha perdido el derecho a ella, a ejemplo de Dios “que hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda su lluvia sobre justos y pecadores”.
Como si fuera poco, la caridad estará siempre dispuesta a renunciar a sus propios derechos a favor del prójimo: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los que ama”, sean buenos o malos.
Así lo entendió y lo vivió la primitiva comunidad cristiana: “Todos los creyentes vivían unidos, y tenían todo en común. Vendían sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno”. (Hch 2,44; 4,32-55) . Para mayor información sobre este tema, leer: Pedro: 3,14; 1 Jn 4-20; 2,9-11 ; y 3,14-18.
Los llamados “Padres de la Iglesia” ( s. II al IX d.C.) que crearon las primeras síntesis teológicas y espirituales del cristianismo, pero además, reaccionaron con severidad y sin compromiso ante las injusticias que constataron en su tiempo, amparados por un Principio que constituye la base para una justicia socio-económica de todos los tiempos: “el propósito universal de todas las cosas creadas”, el cual sostiene que las posesiones materiales son esencialmente propiedad común, pertenecientes a todos. Plantearon la SOLIDARIDAD CRISTIANA, regida por principios audaces:
Muchos Documentos recientes de la Iglesia Católica han vuelto a tocar el tema de la Justicia. Para no extender demasiado este trabajo, nos limitamos a citarlos, invitando al lector interesado, a buscarlos y leerlos con detenimiento.
No resisto a la tentación de publicar algunas de las afirmaciones de este Papa, en su histórica visita a la República Dominicana, donde – en la Plaza de la Independencia – dijo el 25 de enero de 1979:
“Hacer este mundo más justo significa, entre otras cosas, esforzarse porque no haya niños sin nutrición suficiente, sin educación, sin instrucción; que no haya jóvenes sin la preparación conveniente; que no haya campesinos sin tierra para vivir y desenvolverse dignamente; que no haya trabajadores maltratados ni disminuidos en sus derechos, que no haya sistemas que permitan la explotación del hombre por el hombre o por el Estado; que no haya corrupción; que no haya a quien le sobra mucho, mientras a otros sin culpa les falta todo; que no haya tanta familia mal constituida, rota, desunida, insuficientemente atendida; que no haya injusticia y desigualdad al impartir la justicia; que no haya nadie sin emparo de la ley, y que la ley ampare a todos por igual; que no prevalezca la fuerza sobre la verdad y el derecho; y que no prevalezca jamás lo económico ni lo político sobre lo humano”.
Invitamos al lector a tomar esta valiosa cita como referencia comparativa con la realidad que vivimos.
Terminamos esta larga Introducción con otra cita emblemática de Juan Pablo II:
“Que la fe cristiana se manifieste en actitudes prácticas bien definidas, sobre todo hacia los más pobres, débiles y humildes de sus hermanos. Esa fe, debe llegar a la justicia y a la paz. No más divorcio entre fe y vida. Si aceptamos a Cristo, realicemos las obras de Cristo: tratémonos como hermanos, y marchemos por los caminos del Evangelio”. (Guatemala, 7 de marzo de 1983)
¿Cómo traducir toda esta doctrina sobre la Justicia en un Proyecto educativo viable?
Este es el desafío que vamos a intentar descifrar para poder llegar a conclusiones prácticas en la vida diaria de las Instituciones educativas interesadas en integrar este Valor fundamental en su proyecto institucional.
Podríamos sintetizar en tres palabras claves este proceso: INFORMARSE, FORMARSE, COMPROMETERSE, tanto para el educador, educadora, como para los estudiantes y todo el personal relacionado con la Institución. A partir de este tríptico-guía, cada Institución pudiera ir diseñando su peculiar metodología para lograr estos ejes fundamentales en la creación de la adopción del Valor JUSTICIA, en la vida de los que la componen.
a. Informarse:Leer documentos serios que traten este tema. Asistir a charlas que organice la propia Institución educativa u otras Instituciones sobre este tema. Prestar atención a hombres y mujeres contemporáneos que están dando al mundo ejemplo y hasta testimonios heroicos de la vivencia de este Valor de la Jusicia. Reflexionar sobre los propios prejuicios que le impedirían abrir su mente y su corazón a esta realidad desgarradora de la actual injusticia del mundo a todos los niveles. Salir a la calle, a ver y a escuchar el grito de los pobres y marginados…
b. Formarse: Aceptar la realidad del poco o nulo conocimiento que se tenga sobre este tema, y buscar un medio nutricio sistemático, ya sea personal o grupal, que le aporte datos, motivaciones, razones para cambiar de actitud mental y emocional con respecto al tema de la Justicia. Convertirse en un autodidacta, destinando momentos de su vida a profundizar la temática de la Justicia en el mundo de hoy, mediante lecturas personales profundas y sistemáticas, apoyado siempre en documentos serios, no panfletarios ni superficiales.
c. Comprometerse: Lograr un razonable equilibrio entre la formación que impartirá a sus alumnos y las experiencias concretas, personales y con sus estudiantes, que realizará adoptando espacios sociales donde se pueda ejercitar y apoyar la Justicia: áreas pobres de las ciudades, sectores marginados, hospitales, niños abandonados, etc. etc.
Como este proceso de concientización y compromiso se estará dando simultáneamente en los profesores y los estudiantes, el educador, educadora o padre de familia que sea responsable de este proceso deberá vincularlos con vivencias posibles y educativas, y acompañarlos, para luego evaluar los resultados, retro-alimentarse, mejorar las respuestas, etc. Todo un proceso paralelo y equilibrado entre los conceptos y las vivencias. Y aquí entra ya el tema de la responsabilidad de la Institución como tal.
La Institución educativa es el primer lugar donde debe reinar la Justicia, donde los y las estudiantes y todo el personal que la integra encontrará disposiciones ordenadas sin ambigüedades a traducir la justicia en las relaciones entre los educadores, los estudiantes, y- en general – entre todos los que conforman la comunidad educativa: padres, personal administrativo y de apoyo, empleados, etc.
Este testimonio constituirá una forma de impregnación constante de un espíritu de justicia y amor en el diario quehacer educativo que hará que se identifique a la Institución educativa – y el hogar – como un espacio y signo de la posibilidad de vivir la promoción de la justicia en la cotidianidad. De esta forma, sin ruidos, día a día, se comprobará que la Institución educativa – escuela u hogar – claramente ha hecho una real opción por la Justicia, especialmente para con los pobres y los oprimidos.
Pero hay algo más importante: al ofrecer la Institución educativa, el hogar, un “modelo diferente” de organización armónica de la convivencia humana, impregnada de justicia y de amor, ayudará a sus miembros – estudiantes, hijos – a adoptar como opción de vida, un Valor, una actitud a la vez crítica y constructiva respecto a la sociedad en que tendrán que vivir. Porque no bastará con formar hombres y mujeres justos: tendrán que tomar opciones ante las estructuras injustas de la sociedad en que van a vivir, para liberarla de las desviaciones que hacen de ella un instrumento de opresión. De este modo la formación recibida pasará a ser, de una opción de la Institución, a una opción de vida del educando: Un Valor permanente.
Por eso, es deber de toda Institución educativa seria, evaluar su modelo educativo actual, para llevarlo a través de una progresiva transformación hacia esta meta ideal, mediante la definición de objetivos, metodologías, uso de recursos pedagógicos, etc. coherentes con la finalidad que se pretende lograr.
“La decisión y el compromiso por la JUSTICIA modifican y afectan sustancialmente el Proyecto Educativo de las Instituciones educativas. En efecto, no se trata de añadir uno más a los ya recargados contenidos de la escuela, sino encaminarlos hacia el logro del objetivo Justicia…
Los objetivos de la educación para la Justicia no pueden ser sobre-añadidos a los objetivos del Proyecto educativo. Son ellos los que deben ser revisados a la luz de la decisión a favor de la Justicia. No se trata de incorporar un sector especial en el proceso formativo, sino de ordenar todo el curriculum en función de la educación para la Justicia”.
(Documento de trabajo de la XIII CIEC)
1. Sensibilizar al educando ante el medio que lo rodea: físico y humano:
2. Invitar al educando a desarrollar la capacidad de tener relaciones de armonía y y justicia con su medio:
3. Hacer surgir en el educando el sentido y la capacidad de tolerancia, convivencia y solidaridad con los demás:
4. Desarrollar en el educando la capacidad de compartir sus bienes materiales, culturales y espirituales:
5. Presentar la persona y el mensaje de Jesús como el ideal de los cristianos en la implantación de la justicia y el amor en la sociedad humana.
1. Estimular a sus miembros a cumplir una función sanamente crítica y profética:
2. Brindar a los miembros de la comunidad educativa la posibilidad real de comprender y asumir las exigencias prácticas de la justicia.
3. Adaptar constantemente las metodologías de la Institución a partir de la experiencia que le vaya aportando su acción en pro de la justicia.
Confiamos en que lo que aquí hemos presentado ayude al lector a iniciarse o proseguir por “los caminos del amor y la justicia” y a transitarlos con paso firme y generoso hacia una meta hermosa que ya tiene nombre entre los creyentes, y que es del Papa Paulo VI: “LA CIVILIZACION DEL AMOR”.
A falta de una definición que la describa adecuadamente y que satisfaga a todos,
recurro a la maravillosa descripción profética que de ella parece hacer el Libro del Apocalipsis:
“Vi un cielo nuevo y una nueva tierra…
Oí una voz que clamaba:
“Esta es la morada de Dios entre los hombres;
ellos serán su pueblo, y El mismo será Dios-con-ellos.
Enjugará toda lágrima de sus ojos,
y ya no existirá ni muerte, ni duelo,
ni gemidos, ni penas,
porque TODO LO ANTERIOR HA PASADO”.
(Apoc 1- 4)
Nota: Artículo publicado originalmente el 11 de mayo del 20120
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