Infoxicación es un término que se refiere al exceso o sobrecarga de información, proviene del inglés information overload acuñado en 1970 por Alvin Toffler.
Según Peter Lyman y Hal Varian, de School of information Management and Systems, este incremento en el manejo de información se debe a un cambio en el pensamiento humano y a una necesidad exagerada de clasificar y almacenar todo tipo de recuerdos, informaciones, experiencias y deseos mediante el uso de todos los medios a su alcance: foto, vídeo, redes sociales, etc. Cuando la producción de información supera su consumo hay una “sobrecarga”.
El volumen de conocimiento acumulado ha aumentado exponencialmente desde hace menos de un siglo y la información científica se duplica cada seis años. El internet ha pasado en pocos años de ser una herramienta exclusiva de las instituciones a introducirse en la mayoría de los hogares de clase media, quedando al alcance de millones de personas en todo el mundo.
La aceleración social y tecnológica ha provocado que la información nos acose por doquier, y el contacto con los demás es cada vez más constante e instantáneo. Nos enfrentamos a un cambio social profundo, acelerado y complejo que, junto con la proliferación de innovaciones tecnológicas, multiplica la cantidad, variedad e intensidad de relaciones sociales. Estas nuevas tendencias traen consigo nuevas oportunidades y cambios positivos, aunque deben ser “domesticadas”, es decir, hechas para estar al servicio del hombre y no al contrario.
Hoy en día la información es frenética. La cantidad de información que recibimos por unidad de tiempo no para de crecer, es cada vez más económico enviar información, pero nuestra capacidad de atención sigue siendo en recurso limitado. Cada vez pasamos más tiempo en el mundo virtual y menos en el real, interactuando cara a cara. Se estima que las horas dedicadas diariamente al uso de aparatos electrónicos prácticamente se han duplicado desde 1987, mientras que las interacciones físicas han disminuido de un promedio de seis horas a uno de dos horas. Todo esto termina por saturar y agotar nuestras mentes.
La nueva forma de vida, hiperconectada e inmediata, provoca altos niveles de ansiedad y confusión. Cuando la información se convierte en una lluvia incesante de estímulos es difícil de digerir por nuestras neuronas y entramos en un estado de sobrecarga intelectual y emocional. Esta sobrecarga ha sido llamada en Estados Unidos Síndrome de Fatiga Informativa (Information Fatigue Syndrome) y se refiere a personas que, desaboradas por un mar de estímulos, se sienten sin posibilidad de “estar al día” y experimentan angustia y confusión mental.
Los síntomas de las personas infoxicadas son:
Es común asociar la mayor información a mayor capacidad de elección y por ende mayor libertad. Sin embargo, no por tener más capacidad de elección tenemos más libertad, ni estamos más satisfechos, ni tomamos las mejores decisiones. La información es imprescindible en la vida moderna, pero la sobrecarga de ésta puede resultar asfixiante. Cuando los instrumentos para producir la información superan los instrumentos para organizar y gestionar la misma, el proceso de selección se desboca y nos desorganiza. Esto nos lleva a carecer de criterios para buscar información de calidad. En conclusión, cada vez hay más información, pero cada vez de menor calidad. Más información no implica más conocimientos. Cada vez la información es más superficial y los conocimientos menos profundos y complejos.
Nicholas Carr plantea que el uso constante del internet está afectando nuestra biología cerebral. Cada vez somos menos capaces de razonamientos profundos, de concentrarnos en textos largos y nuestra actividad mental se caracteriza por ser multitarea y fragmentada. Este efecto multitarea, estar atentos a todo, pero a nada en profundidad, dispersa nuestra atención y nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación. Es por eso que ahora somos más eficientes procesando información pero menos eficientes profundizando en ella. Estamos acostumbrando a nuestro cerebro a lo breve, lo instantáneo y lo fragmentado.
Así como el carro es una prolongación de nuestras piernas y el martillo de nuestras manos, la computadora está hecha para ser una prolongación de nuestro cerebro. Son herramientas que, según la intención de quien los utilice, pueden ser instrumentos de ayuda o instrumentos de destrucción. La tecnología no se detendrá, seguirá en continuo cambio y aumento, es cuestión de aprendizaje. Debemos usar nuestra inteligencia para gestionar los inmensos volúmenes de información y si padecemos “obesidad digital” no nos queda más remedio que ponernos a dieta. La dieta consiste en comunicarnos menos a menudo pero mejor, potenciar las formas pre-tecnológicas de interrelación y, de vez en cuando, desconectarnos para volver a los vínculos naturales con otras personas. En Estados Unidos se ha generado un movimiento llamado “De-Teching”, para las personas tecnológicamente fatigadas, que consiste en realizar un ayuno temporal de tecnología.
Tomemos en cuenta las palabras de Albert Einstein cuando dijo: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad: el mundo solo tendrá una generación de idiotas” y no dejemos que los aparatos se conviertan en cada vez más inteligentes mientras las personas lo sean cada vez menos”.
Madre de Secundaria
Dic 2, 2013
7:54 am
Muy oportuno articulo. Para reflexionar a todo nivel…
Adia Belkis Sierra
Dic 9, 2013
15:57 pm
Muy interesante esta publicación que terminan de darnos. Si pudieran observar la batalla que libramos en el aula; los estudiantes elaboran exposiciones copiando el contenido tal y como encuentran las informaciones. sobrecargan las exposiciones hasta con 30 diapositivas.
No intentan procesar informaciones y mucho menos reflexionar acerca de lo leído.
Quiera Dios que esta publicación llegue a muchos maestros. y lo hagan viable a los alumnos.
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