En esta última década se ha escrito mucho sobre Resiliencia. Muchos investigadores dentro del campo de la psicología se han dedicado a buscar las razones de porque hay personas que superan los traumas de la niñez convirtiéndose en seres valiosos dentro de la sociedad, mientras que otros no tuvieron la oportunidad de reelaborar sus experiencias traumáticas, expresando su dolor a través de actos delictivos o a través de mecanismos adaptativos que solo traen limitaciones e infelicidad.
Resiliencia se ha definido pues como la capacidad de metamorfosear el dolor de las experiencias traumatizantes, para hacer del relato de la experiencia traumatizante una oportunidad de superación y crecimiento personal.
Los investigadores concluyen que la salud mental se construye a través de una experiencia de compartir con otros seres humanos resilientes, que ayudan al traumatizado a volver a creer en sí mismo y a volver a hacer vínculos afectivos y sanos con los demás.
En los relatos de personas que superaron el horror en campos de concentración, en la guerra o en catástrofes naturales, siempre aparece la historia de un encuentro con otro ser humano especial que los ayudó a reelaborar su vida y ha proyectarse hacia el futuro poniéndose en contacto con sus recursos internos. La red externa de apoyo para el traumatizado es tan importante como sus recursos internos afectivos.
Ahora ¿Qué habilidades podemos los padres y los maestros desarrollar en nuestros hijos y estudiantes para que puedan ser persona resilientes, si la vida los afecta? La respuesta a esta pregunta plantea todo un reto y un cambio en la forma de concebir la educación de nuestros tiempos materialistas postmodernos, pues sabemos de hoy pero no sabemos de mañana, por lo que los jóvenes necesitan mecanismos de supervivencia para ser personas resilientes ante la dificultad, para que puedan ser felices a pesar de todo.
La teoría de Apego de Bolwby y los estudios de otros terapeutas infantiles, sugieren que padres que hacen vínculos seguros que crean el llamado apego seguro en los bebés en su primer año de vida, le están dando el primer mecanismo de la resiliencia que un ser humano va a necesitar por el resto de su vida. Al desarrollar la capacidad de seducción y de contacto son bebés fáciles de cuidar.
La ausencia de vínculo afectivo en la infancia puede detener el desarrollo de los seres humanos.
Los padres que crean vínculos inseguros, ambivalentes o desorganizados, por sus propias dificultades de relación con su familia de origen, generan también seres humanos con dificultades de relación.
Este es el primer mecanismo que necesitarán para reelaborar una pérdida o una tragedia, a ausencia de posibilidad de vincularse con otros seres humanos dificultará la resiliencia cuando sea necesaria.
Un niño o un joven con apego inseguro, ambivalente o desorganizado presenta las siguientes características:
La educación todavía puede hacer muchos con estos jóvenes. Pero es importante desarrollar estrategias para ayudarlos a ser resilientes. Si encuentran en su camino a alguien que crea en ellos y puedan vincularse, estaremos ayudando a que cambien su estilo de relación.
Otros elementos que ayudan al proceso de la resiliencia son:
1. El humor, el cual es liberador y sublime. Cuando de dramatiza un trauma la mímica modifica el sufrimiento y lo transforma en sonrisa. Cuando se sonríe ante el sufrimiento propio se podría mal interpretar, pero es algo que ocurre a diario entre madres e hijos, cuando, por ejemplo, se ayuda al niño a vivir su experiencia dolorosa y a reírse de ella a través de cómo la madre con su mímica lo cura. Por lo que el humor no es lo mismo que una burla. Se usa para cambiar una percepción que hace daño en una representación que hace sonreír.
2. El haber vivido en relación con ambos padres, que tendrán dos estilo deferentes de relación, cambiando la representación sensorial del niño por los juegos diferentes que hacen con él, lo ayudará a adaptarse a otras personas diferentes, mas fácilmente que si sólo se ha vinculado con una sola persona.
3. El relato del trauma a través de la palabra, de la dramatización, del dibujo etc. ayuda a cambiar su representación mental, a aliviar su carga a nivel emocional.
4. La posibilidad de ser útil, de ayudar y de contribuir en su entorno, le da posibilidad al traumatizado y al abandonado de desarrollar un sentido ético y la responsabilidad de su propia vida. Victimizar no ayuda a que una persona pueda ser resiliente. Mientras más da y ayuda al niño herido o traumatizado, lo hará sentirse fuerte, dueño de su vida y de su destino y a superar la culpa.
5. Por último, el relato que los padres hacen sobre el hijo constituye el entorno sensorial que guía el desarrollo de los niños. La sonrisa, las palabras, la búsqueda de contacto corporal, la mirada estructurante, el juego, evidencia el desarrollo de un vínculo seguro y protector, que acompañado del desarrollo del sentido ético, es decir el conocimiento de lo que es permitido y de lo que no lo es, ayudarán al niño a ser una persona resiliente ante la vida.
Maria Garcia
Ene 23, 2014
9:28 am
No soy familia LUX MUNDI, estoy en proceso de admisión y explorando la página he visto como este otros articulos muyyy interesantes. Les felicito!!!!
Juana Evangelina Caraballo León
Ene 30, 2014
7:07 am
Este artículo de resiliencia está excelente, me gustaría abunden mas en el próximo número. En las escuelas estamos hablando mucho sobre este tema y a veces no tenemos suficiente información. Algunos docentes incluso nunca han oido el término”resiliencia o resiliente”. Los felicito, siempre están al día con los temas del momento. Gracias.
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