Comunidades de Esperanza: Retos a la vida de Esperanza (2 de 2)

La  cotidianidad.

Tiende a embotar, cansa, nubla la visión a largo plazo y atrapa al educador en una absorbente concatenación de urgencias diarias, pequeñas y grandes, que llegan a hacerle olvidar lo esencial y el para qué y para quién es educador. “No puede ver el bosque a causa de los árboles”.

Se da entonces la confusión de prioridades y se pierde la conciencia de los verdaderos fines de su quehacer educativo. Pero la auténtica esperanza siempre será intentos de vida, entre gemidos y fracasos. Por eso todo educador responsable debe tener muy claras sus prioridades, y recordárselas a sí mismo con frecuencia.

La nostalgia de otros tiempos ya idos.

El educador debe liberarse del pasado que ya no responde a las exigencias de la nueva generación. El “antes era mejor, o no era así” se escucha con demasiada frecuencia entre los educadores de cierta edad.

“Ante el avance arrollador de los descubrimientos del mundo moderno, es el educador quien tiene las palabras más bellas que quedan por pronunciar, porque tiene en sus manos, no al hombre del pasado y del presente, sino al hombre y a la mujer del futuro, del porvenir. La aportación más valiosa del educador en el proyecto de transformación humana no se relaciona con las adaptaciones y ajustes, sino con el espíritu creador”. (”Educar para el futuro”, Pedro Chico González)

Un autor moderno afirma que “solo quien tiene a la juventud posee el futuro; pero solo quien mira al futuro tiene algo que decir a la juventud”.( González de Cardenal)

Pretender obtener resultados rápidos.

¿Qué día y a qué hora comenzará a caminar un niño de meses? Nadie lo podría predecir por mucho que lo quiera. Lo importante y responsable será suministrarle la alimentación necesaria para que en algún momento su impulso vital lo induzca a intentar dar su primer paso en la vida. Así ocurre en el mundo de la educación.

El auténtico educador tiene que sembrar para que haya cosecha abundante en la vida de sus alumnos, pero tiene que estar consciente de que muy probablemente él no llegará a verla totalmente. Este tema se relaciona con la redención y muerte que ya hemos tratado previamente. Es expresión de la gratuidad del educador, que también hemos mencionado, y que es una de las características que más valorizan las nuevas generaciones, que viven en un mundo donde a  todo le ponen un precio. Un alumno de un Liceo Secundario escribía: “El educador es aquel que lo da todo a cambio de nada”.

Aquí aparece otro rasgo del educador de hoy: No empuja ni arrastra sino que invita, motiva y acompaña los procesos de madurez de sus alumnos. Es desde esta perspectiva que se entiende mejor la famosa sentencia del gran educador brasileño Paulo Freire:

“Nadie educa a nadie, nadie se educa solo. Todos nos educamos unos a otros mediatizados por la realidad”..

Conclusión

El mundo pertenecerá finalmente a los apasionados por el bien, la belleza moral, la pureza interior, la convivencia fraterna en la diversidad. No se puede vivir indefinidamente en el lodo. Es responsabilidad de los buenos el contagiar al mundo con su opción de vida.

Por lo mismo, es fundamental que todo educador y educadora en el hoy del mundo tenga fe y esperanza en su misión educativa, para que sus educandos puedan decir como los discípulos de Emaús: “Con razón sentíamos arder nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino”. (Hch 24,32)

Porque “sólo el verdadero educador es capaz de impregnar a sus alumnos de una huella de belleza, infundirles la luz y llenar sus corazones de una fuerza viril”.
(San Buenaventura, 1221-1274)

Educador, educadora que has leido y meditado este mensaje:

QUE NO SE LES CANSE LA MIRADA,

QUE NO SE LES APAGUE LA SONRISA,

QUE NO SE LES MUERA LA ESPERANZA.