Ostentación, timidez, discriminación, desconsideración, intolerancia. Podríamos no terminar la lista de posibilidades en que la inseguridad se refleja en nuestros jóvenes, produciéndoles infelicidad y el miedo de ser descalificados por no llenar los estándares por lo que creen que van a ser aceptados en el estamento social al que pertenecen, o al que no pertenecen en nuestra sociedad.
Hemos encontrado que el miedo al rechazo está en muchos de nuestros jóvenes, la diferencia es que uno lo refleja con timidez y otros con desconsideración y ostentación.
Unos y otros viven pendiente de qué dirán, ¿Cómo me veo?, ¿Lleno las expectativas Sociales?, y miden a los demás, bajo la misma vara con la cual se miden ellos mismos.
Su autoestima dependerá de como se sienten al llenar dichos estándares de belleza, raza, consumo y posición social.
Cuántas personas no se han suicidado por pasar por dificultades económicas, o enfermedades. Por no haber cultivado su vida interior y los valores humanos que les ayudan a superar las dificultades y vaivenes de la vida, cuánto sufrimiento innecesario por no poder relacionarse libremente con los demás, por miedo al rechazo, o al que dirán si me relaciono con una persona que tiene menos o mas recursos que yo.
Cuanto dolor se produce en la dinámica del rechazado y el rechazante, por las inseguridades y baja autoestima de ambos.
Según las investigaciones realizada en Inglaterra sobre la discriminación, el centro donde se refugia el dolor propio físico en el cerebro se activa cuando un ser humano se siente rechazado y marginado, puesto que lo más importante para crecer interiormente, sentirse en un ambiente donde puedas ser auténtico y sentir que perteneces.
Tomando en cuenta la dinámica anteriormente mencionada del rechazante-rechazado, hemos querido trabajar en toda la comunidad Lux Mundi, la importancia de salvaguardar el sentido de la solidaridad, y a la institución como un refugio humanístico, donde los jóvenes se puedan sentir libres para ser y pertenecer por ser seres humanos valiosos, únicos e irrepetibles. No podemos cambiar la sociedad, pero si concientizar a nuestro jóvenes para que tengan la opción de elegir una forma diferente de vivir en su colegio y en su familia.
Si todos tomamos conciencia del sufrimiento de nuestros hijos y alumnos, será la única manera en que podremos ayudarlos a superarlo, y prepararlo para una vida que no siempre será justa y buena, y que nos pedirá todos los recursos internos que podamos tener para afrontarla con dignidad y con amor, y así levantarnos cuando nos caigamos. Reflexionemos con ellos sus creencias, busquemos aquellas que los harán felices, a ellos y a los que los rodean.
Reforzar los valores internos de los jóvenes, su autenticidad, su capacidad de relacionarse bien con los demás, independientemente de su color, belleza o posición social, reforzar también sus habilidades y cualidades, ayudarán a fomentar una solidez interior a prueba de los cambios que viviremos a lo largo de nuestra existencia.
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