Así es, ha llegado la hora de la verdad. Es el momento de enderezar los últimos entuertos que nos han quedado en su educación. Dichoso los padres que se dan cuenta, pues otros no lo notan, y entonces no aprovechan de la última oportunidad que tienen de formarlos.
¡Formarlos! En esta etapa no es tan fácil porque estamos frente a una mente pensante, con capacidad de discernimiento, con enojo, porque descubren que no somos perfectos. Duelo por que todos pasamos y que es requisito superar para completar la identidad.
Asimismo, recién se estrenan como seres con ideas propias en el mundo. Y en la esfera emocional, huyen de sus necesidades de dependencia aspirando a independizarse, por eso nos ponen límites en su mundo personal.
Entonces ¿cómo formar a quienes nos ponen distancia para poder creer, los que no pierden oportunidad para decirnos que estamos equivocados? Pero ¿quiénes siguen necesitando el apoyo y los límites de los padres?
Pues en esta etapa podrás formarlo si has cultivado una buena relación en su infancia. Si has mantenido las posibilidad de comunicarte y divertirte con ellos, si respetas su intimidad y sus necesidades por su edad. Si ellos te eligieron como líder. Si aprendieron los límites en la infancia, por eso, después será más fácil terminar su formación en la adolescencia.
Un líder es alguien que se aprecia, por eso puede ser escuchado y sus demandas seguidas. Un líder es alguien a quien seguimos aunque no estemos de acuerdo con todo lo que plantea. Un líder puede negociar ciertos aspectos de la relación, pero hay otro en el que sabrá como imponerse.
Uno de los aspectos que tanto padres como adolescentes resienten hasta que aprenden por ensayo y error a comprenderse, es el manejo de la autoridad. No es lo mismo regañar a un niño pequeño y exigirle obediencia, que manejar a un adolescente. Queremos que respondan rápido a nuestras exigencias, y para ellos, eso implica ser pequeños. Por eso se dilatan y lo hacen cuando se les ocurre.
Esto hace que los padres se enfaden y peleen con ellos hasta el cansancio, haciendo que éstos se tornen más rebeldes y enfaticen más su mecanismo de oposición.
Si ellos supieran que con sólo hacer sus obligaciones terminarán las peleas. Lo pensarían mejor. Pero para eso tendrían que tener claro que obedecer no significa ser pequeños. Y que pueden negociar algunos aspectos de sus obligaciones con los padres poniendo entre ambos las consecuencias que tendrá el que no cumpla con ellas. En la infancia los padres imponen los límites y los explican. En la adolescencia muchos aspectos se negocian y después se aplican las consecuencias si no se cumple.
Lo importante es que el mecanismo de la negociación, y la reflexión esté por encima del regaño, y la descalificación.
La descalificación es siempre negativa. El regaño surte su efecto si no abusa de él, y se usa cuando realmente es necesario.
Después se pueden aplicar consecuencias, con tranquilidad, puesto que ellos mismos ayudaron a ponerlas. Se evita así la lucha de poder que les encanta a los adolescentes. La retirada del padre del campo de batalla, es la forma en que se gana en esta etapa de la vida.
Se anuncia el límite y el padre se retira entendiendo el sentido del hijo.
¡Sobrevivir! Es la consigna. Luego disfrutarás de tus hijos adultos convertidos en tus mejores amigos.
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