Te damos gracias, Señor,
porque nos has llamado
para vivir nuestra vocación de educadores,
dedicados a alimentar la fe y la esperanza
de nuestros educandos y educandas.
Gracias, Señor,
porque nos atrevemos a creer y a confesar
nuestra esperanza en Ti,
a través de nuestra cotidianidad docente,
y así interpretar el hoy y el mañana de nuestra misión educativa,
desde tu proyecto de salvación.
Gracias, Señor,
porque nos invitas a que nuestras aulas
sean la antesala de una sociedad renovada,
para la convivencia en el amor y la esperanza.
Gracias, Señor,
porque como educadores cristianos,
creemos que juntos y en comunidad te hacemos visible,
y compartimos con nuestros alumnos
la experiencia hermosa de vivir.
Gracias, Señor,
porque nos invitas a compartir cada día
tu amor de PADRE con los niños y jóvenes
que nos confías.
Por tantas cosas bellas ¡GRACIAS, SEÑOR!
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